miércoles, 10 de septiembre de 2014

La epidemia de Ebola, la moral del soldado, los recortes sanitarios y las oportunidades políticas

Carolina Varela Rodríguez, MD. PhD

Me da la sensación, desde mi opinión de salubrista en ciernes, que con la moral del soldado se trabaja desde muchas de las gerencias de hospitales y desde otras entidades sanitarias. Por ello, mientras la alarma social llega inevitablemente a los sanitarios que trabajan en el SNS y a sus familias, de parte de muchas gerencias se ha optado por el silencio hasta no unificar criterios. ¿Unificar criterios? Los criterios comunes que tiene la OMS y los CDC de Atlanta, los grandes referentes en cuanto a epidemias y salud pública, no deben ser suficientes para tomar decisiones. Como somos españoles tendremos, sin duda, que crear escuela y eso hacemos pero no por un criterio de excelencia en la toma de decisiones.

Y cuando hablo de la moral del soldado me refiero, no a la catadura ética de los militares, que no tiene nada que ver aquí, sino a la famosa “fabulilla” de que si “en un camión lleno de soldados que van al frente de una guerra les aseguras con una fiabilidad del 100% que sólo uno de ellos regresará vivo, todos mirando a sus compañeros pensarán “cómo les voy a echar de menos”” y es que nunca nos creemos que algo nos pueda pasar a nosotros, siempre les pasa a los demás. Así que me he visto en el ejercicio de mi profesión viviendo el comienzo de una peli catastrofista. Os acordáis de esas pelis sobre epidemias terribles que empiezan con alguien, un alto cargo, haciendo oídos sordos a las recomendaciones de los científicos “porque aquí no va a llegar”.. pues eso. Luego lamentaciones y rechinar de dientes.

Es curioso, sin embargo, el problema parece que se genera en el momento que los presupuestos de lo que hay que gastar en equipos de protección individual o personal (EPPs o EPIs) para tener capacidad de reacción en caso de una contingencia real “que total nunca va a suceder, igual que con la gripe A”, se pone sobre la mesa. 

Vale, supongamos que hay algo más lógico detrás de estas decisiones gerenciales que retrasan el plan de contingencia semanas. Seamos bien pensantes, pero ¿por qué no se nos deja hacer nuestro trabajo informando a los trabajadores del Hospital? Esto es lo que yo no puedo comprender ni aceptar. Soy científico, siempre lo he sido y siempre lo seré, aunque al final tenga que dedicarme a cuidar cabras, el conocimiento es poder, en todos los sentidos y también poder de reacción adecuada. Que es al fin y al cabo lo que se necesita ante el posible comienzo de un brote de una enfermedad como el Ébola, porque en España por suerte tenemos los recursos básicos necesarios, no como en muchos países de los afectados por el virus. El conocimiento es poder, pues informemos a los clínicos y demás personal que tendría eventualmente que tratar a un paciente.

Pero claro, aquí viene el problema, si desde nosotros mandamos un protocolo y sobre todo lo publicitamos según el cual debemos ponernos determinado EPP/EPI, pues los profesionales nos lo pueden pedir y entonces ¿qué? Habrá que comprarlos... y es mucho gasto y estamos en crisis y tenemos recortes y los puestos de decisión son puestos “de confianza” y yo no quiero ser el que firme las órdenes.

Quizá sea una perspectiva razonable, a mi no me lo parece. Creo y siempre he creído que es necesario el conocimiento y más en situaciones de emergencia donde, a veces, hay que saber reaccionar en condiciones muy alejadas de la normalidad y mucho más de las condiciones ideales. Pero hay que reaccionar y hacerlo rápido.

Cierto que lo perfecto es enemigo de lo bueno, por eso yo no quiero algo eficaz, quiero algo efectivo y a poder ser eficiente. Efectivo para proteger la vida de los pacientes y de la población, y de mis compañeros clínicos que se enfrentan todos los días a la incertidumbre de poder contagiarse de una enfermedad y del resto de los trabajadores del hospital incluyendo desde luego los no sanitarios. Pero para ello es necesario saber qué hay que hacer y cómo y luego trabajar con lo que se tiene en ese momento de emergencia.
Como entiendo que el control de la infección nosocomial, la educación y promoción de la salud y el control de brotes y epidemias son parte de nuestras competencias como especialistas en Medicina Preventiva y Salud Pública y es por lo tanto nuestro trabajo, somos nosotros los que debemos proveer de esa información contrastada y con evidencia científica.

Y he de decir que no lo estábamos haciendo mal, teníamos la presentación para explicar la epidemiología de la enfermedad a los clínicos, para explicar los medios de protección específicos y reincidir en los medios de protección universales. Teníamos casi todo el circuito de circulación de un posible caso en investigación por el hospital, teníamos las recomendaciones de material a adquirir (el cual en su totalidad puede ser usado a posteriori para otros menesteres de práctica más o menos frecuente en el hospital). Teníamos las ganas y el celo de hacer nuestro trabajo y hacerlo bien.
Y aquí vienen los problemas. Las oportunidades políticas disfrazas de “no hay que generar alarma”. A ver, somos especialistas en eso, en el control de alertas, quien como salubrista / preventivista /especialista MPSP no se sabe el mantra “hay que alertar, no alarmar”.

Pues eso.


Y aquí estamos mucho tiempo después con mínimos avances, sin haber informado a los clínicos, encerrados en las mazmorras para que no armemos escándalo... y luego a nuestro alrededor se genera independientemente de nosotros alarma que se responde con silencio y los profesionales gotean tímidamente por nuestro despacho para preguntarnos con gran incertidumbre si les podemos contar algo del Ébola, que no tienen muy claro lo que tendrían que hacer en caso de llegar un caso en investigación. Y yo digo... Déjenme al menos informar.

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