Carolina Varela Rodríguez, MD. PhD
Me
da la sensación, desde mi opinión de salubrista en ciernes, que con
la moral del soldado se trabaja desde muchas de las gerencias de
hospitales y desde otras entidades sanitarias. Por ello, mientras la
alarma social llega inevitablemente a los sanitarios que trabajan en
el SNS y a sus familias, de parte de muchas gerencias se ha optado
por el silencio hasta no unificar criterios. ¿Unificar criterios?
Los criterios comunes que tiene la OMS y los CDC de Atlanta, los
grandes referentes en cuanto a epidemias y salud pública, no deben
ser suficientes para tomar decisiones. Como somos españoles
tendremos, sin duda, que crear escuela y eso hacemos pero no por un
criterio de excelencia en la toma de decisiones.
Y cuando hablo de la moral del soldado me refiero, no a la catadura ética de los militares, que no tiene nada que ver aquí, sino a la famosa “fabulilla” de que si “en un camión lleno de soldados que van al frente de una guerra les aseguras con una fiabilidad del 100% que sólo uno de ellos regresará vivo, todos mirando a sus compañeros pensarán “cómo les voy a echar de menos”” y es que nunca nos creemos que algo nos pueda pasar a nosotros, siempre les pasa a los demás. Así que me he visto en el ejercicio de mi profesión viviendo el comienzo de una peli catastrofista. Os acordáis de esas pelis sobre epidemias terribles que empiezan con alguien, un alto cargo, haciendo oídos sordos a las recomendaciones de los científicos “porque aquí no va a llegar”.. pues eso. Luego lamentaciones y rechinar de dientes.
Es curioso, sin embargo, el problema parece que se genera en el momento que los presupuestos de lo que hay que gastar en equipos de protección individual o personal (EPPs o EPIs) para tener capacidad de reacción en caso de una contingencia real “que total nunca va a suceder, igual que con la gripe A”, se pone sobre la mesa.
Vale,
supongamos que hay algo más lógico detrás de estas decisiones
gerenciales que retrasan el plan de contingencia semanas. Seamos bien
pensantes, pero ¿por qué no se nos deja hacer nuestro trabajo
informando a los trabajadores del Hospital? Esto es lo que yo no
puedo comprender ni aceptar. Soy científico, siempre lo he sido y
siempre lo seré, aunque al final tenga que dedicarme a cuidar
cabras, el conocimiento es poder, en todos los sentidos y también
poder de reacción adecuada. Que es al fin y al cabo lo que se
necesita ante el posible comienzo de un brote de una enfermedad como
el Ébola, porque en España por suerte tenemos los recursos básicos
necesarios, no como en muchos países de los afectados por el virus.
El conocimiento es poder, pues informemos a los clínicos y demás
personal que tendría eventualmente que tratar a un paciente.
Pero
claro, aquí viene el problema, si desde nosotros mandamos un
protocolo y sobre todo lo publicitamos según el cual debemos
ponernos determinado EPP/EPI, pues los profesionales nos lo pueden
pedir y entonces ¿qué? Habrá que comprarlos... y es mucho gasto y
estamos en crisis y tenemos recortes y los puestos de decisión son
puestos “de confianza” y yo no quiero ser el que firme las
órdenes.
Quizá
sea una perspectiva razonable, a mi no me lo parece. Creo y siempre
he creído que es necesario el conocimiento y más en situaciones de
emergencia donde, a veces, hay que saber reaccionar en condiciones
muy alejadas de la normalidad y mucho más de las condiciones
ideales. Pero hay que reaccionar y hacerlo rápido.
Cierto que lo perfecto es enemigo de lo bueno, por eso yo no quiero algo eficaz, quiero algo efectivo y a poder ser eficiente. Efectivo para proteger la vida de los pacientes y de la población, y de mis compañeros clínicos que se enfrentan todos los días a la incertidumbre de poder contagiarse de una enfermedad y del resto de los trabajadores del hospital incluyendo desde luego los no sanitarios. Pero para ello es necesario saber qué hay que hacer y cómo y luego trabajar con lo que se tiene en ese momento de emergencia.
Como
entiendo que el control de la infección nosocomial, la educación y
promoción de la salud y el control de brotes y epidemias son parte
de nuestras competencias como especialistas en Medicina Preventiva y
Salud Pública y es por lo tanto nuestro trabajo, somos nosotros los
que debemos proveer de esa información contrastada y con evidencia
científica.
Y
he de decir que no lo estábamos haciendo mal, teníamos la
presentación para explicar la epidemiología de la enfermedad a los
clínicos, para explicar los medios de protección específicos y
reincidir en los medios de protección universales. Teníamos casi
todo el circuito de circulación de un posible caso en investigación
por el hospital, teníamos las recomendaciones de material a adquirir
(el cual en su totalidad puede ser usado a posteriori para otros
menesteres de práctica más o menos frecuente en el hospital).
Teníamos las ganas y el celo de hacer nuestro trabajo y hacerlo
bien.
Y
aquí vienen los problemas. Las oportunidades políticas disfrazas de
“no hay que generar alarma”. A ver, somos especialistas en eso,
en el control de alertas, quien como salubrista / preventivista
/especialista MPSP no se sabe el mantra “hay que alertar, no
alarmar”.
Pues
eso.
Y
aquí estamos mucho tiempo después con mínimos avances, sin haber
informado a los clínicos, encerrados en las mazmorras para que no
armemos escándalo... y luego a nuestro alrededor se genera
independientemente de nosotros alarma que se responde con silencio y
los profesionales gotean tímidamente por nuestro despacho para
preguntarnos con gran incertidumbre si les podemos contar algo del
Ébola, que no tienen muy claro lo que tendrían que hacer en caso de
llegar un caso en investigación. Y yo digo... Déjenme al menos
informar.