Carolina Varela Rodríguez
Desde
la perspectiva de salud pública un problema tiene que ser colectivo
y generalmente repetitivo para considerarse como un problema de salud
pública. Criterios que cumple sobradamente la violencia y en
concreto en los EEUU la violencia con armas de fuego. Con la
particularidad de que afecta una gran parte de las veces a una parte
muy vulnerable de la población como son los niños. Este es el caso
de la tragedia de Newtown de la que escribo desde el horror que como
madre me ha producido. Pero quiero afrontarlo, como digo desde la
medicina preventiva y la salud pública. Además de que el país no
me es ajeno ya que fui residente extranjera en él durante cuatro
años.
Habla
mucha gente muy experta y mejor informada que yo de estos temas por
todas partes, pero creo que merece la pena parase y hacer algunas
reflexiones como alumnos del máster de salud pública que somos.
Desde mi punto de vista, la muerte de 20 niños en período de tiempo
muy corto, un día, es un incremento inaceptable de la mortalidad
infantil, si además se produce de manera períodica y con similares
circunstancias concomitantes inevitablemente está condicionada o
determinada por las medidas o falta de medidas de salud pública de
ese país.
En el
debate que inevitablemente este tipo de noticias suscitan son
constantes dos o tres y hoy quiero centrarme básicamente en dos
porque afectan a la prevención y a la salud pública, el control de
sustancias tóxicas y peligrosas como son las armas y la gestión de
la salud mental de los ciudadanos de un país. Y para no hacer el
post muy largo voy a escribir dos.
Desde
luego el control de armas me parece inevitable e improrrogable aun en
contra, parece ser, del 75% de los estadounidenses. Me ha parecido
muy curioso desde mi experiencia que se ha llegado a proponer en
algunos estados que la solución a este tipo de problemas es que los
propios profesores lleven armas. ¡Qué perversión torticera de la
realidad!
Llevando
el razonamiento al extremo y teniendo en cuenta que no todos los
tiroteos se producen en centros educativos aunque sí muchos,
generamos una sociedad donde, remedando el “salvaje oeste”, todo
el mundo debe llevar armas para protegerse en un ambiente peligroso y
hostil porque todo el mundo lleva armas.
Además
y volviendo al caso de los profesores, me pregunto simplemente quién
firmará los certificados de salud mental de estos profesores
jóvenes, mal pagados, mal considerados y estresados por el exceso de
trabajo y el fracaso escolar astrónomico de sus alumnos, y les
pondrá un arma en la mano pensando que nunca van a perder la cabeza
y apretar el gatillo contra sus compañeros, director del colegio que
recorta fondos, los padres de alumnos arrogantes y agresivos o
incluso contra algún alumno que no siempre son agradables. Yo desde
luego no me sentiría cómoda firmando eso, porque todos podemos caer
en la locura o en un ataque de ira que nos nuble el entendimiento.
¿Además han olvidado que la madre del agresor era profesora de la
escuela y amante de las armas?
Pero
sobre todo y más importante, ¿qué mensaje trasmitimos a los
alumnos llevando las armas a clase? Que la violencia es la solución
para nuestros problemas y que el mundo es un lugar absolutamente
hostil y peligroso. Que la armonía y la coexistencia se logra
mediante la coherción del más fuerte o el que mejor dispare o el
que más puntería tenga. Además no permiten tomar alcohol a los
menores de 21 años pero ¿a qué edad se permite tener licencia de
armas?
Y
puestos a elucubrar en situaciones de estrés, quien es capaz de
afirmar que el hecho de que un profesor lleve armas le dota de la
capacidad de disparar, acertar para matar o incapacitar a su oponente
y evitar una masacre, ¿no podría por otro lado herir levemente a su
oponente que le mate y se parapete y mate a más niños y compañeros
aun más iracundo? ¿No podría pasar que una persona enfadada entre
haciendo aspavientos y se confunda con un agresor armado y se le
dispare delante de un montón de niños? Y una última reflexión
personal, yo no sé vosotros, pero no me veo capaz de matar a otra
persona, creo que me bloquearía y moriría, eso sí, empuñando un
arma.
Y
quiero no dejar esto sin levantar el sombrero y rendir homenaje a los
profesores de Newtown que salvaron a sus alumnos o por lo menos lo
intentaron llegando incluso a dar sus vidas. Eso es valentía, eso es
lucha contra la violencia, eso es integridad, eso es amor... me
parecen admirables las familias de las víctimasn y a ellos les
dedico y les he dedicado mi pena y mi silencio al pensar en esto.
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