lunes, 11 de febrero de 2013

La masacre de Newtown una aproximación desde la salud pública: El control de “sustancias” tóxicas y peligrosas, como son las armas de fuego.

Carolina Varela Rodríguez

Desde la perspectiva de salud pública un problema tiene que ser colectivo y generalmente repetitivo para considerarse como un problema de salud pública. Criterios que cumple sobradamente la violencia y en concreto en los EEUU la violencia con armas de fuego. Con la particularidad de que afecta una gran parte de las veces a una parte muy vulnerable de la población como son los niños. Este es el caso de la tragedia de Newtown de la que escribo desde el horror que como madre me ha producido. Pero quiero afrontarlo, como digo desde la medicina preventiva y la salud pública. Además de que el país no me es ajeno ya que fui residente extranjera en él durante cuatro años.
Habla mucha gente muy experta y mejor informada que yo de estos temas por todas partes, pero creo que merece la pena parase y hacer algunas reflexiones como alumnos del máster de salud pública que somos. Desde mi punto de vista, la muerte de 20 niños en período de tiempo muy corto, un día, es un incremento inaceptable de la mortalidad infantil, si además se produce de manera períodica y con similares circunstancias concomitantes inevitablemente está condicionada o determinada por las medidas o falta de medidas de salud pública de ese país.
En el debate que inevitablemente este tipo de noticias suscitan son constantes dos o tres y hoy quiero centrarme básicamente en dos porque afectan a la prevención y a la salud pública, el control de sustancias tóxicas y peligrosas como son las armas y la gestión de la salud mental de los ciudadanos de un país. Y para no hacer el post muy largo voy a escribir dos.
Desde luego el control de armas me parece inevitable e improrrogable aun en contra, parece ser, del 75% de los estadounidenses. Me ha parecido muy curioso desde mi experiencia que se ha llegado a proponer en algunos estados que la solución a este tipo de problemas es que los propios profesores lleven armas. ¡Qué perversión torticera de la realidad!
Llevando el razonamiento al extremo y teniendo en cuenta que no todos los tiroteos se producen en centros educativos aunque sí muchos, generamos una sociedad donde, remedando el “salvaje oeste”, todo el mundo debe llevar armas para protegerse en un ambiente peligroso y hostil porque todo el mundo lleva armas.
Además y volviendo al caso de los profesores, me pregunto simplemente quién firmará los certificados de salud mental de estos profesores jóvenes, mal pagados, mal considerados y estresados por el exceso de trabajo y el fracaso escolar astrónomico de sus alumnos, y les pondrá un arma en la mano pensando que nunca van a perder la cabeza y apretar el gatillo contra sus compañeros, director del colegio que recorta fondos, los padres de alumnos arrogantes y agresivos o incluso contra algún alumno que no siempre son agradables. Yo desde luego no me sentiría cómoda firmando eso, porque todos podemos caer en la locura o en un ataque de ira que nos nuble el entendimiento. ¿Además han olvidado que la madre del agresor era profesora de la escuela y amante de las armas?
Pero sobre todo y más importante, ¿qué mensaje trasmitimos a los alumnos llevando las armas a clase? Que la violencia es la solución para nuestros problemas y que el mundo es un lugar absolutamente hostil y peligroso. Que la armonía y la coexistencia se logra mediante la coherción del más fuerte o el que mejor dispare o el que más puntería tenga. Además no permiten tomar alcohol a los menores de 21 años pero ¿a qué edad se permite tener licencia de armas?
Y puestos a elucubrar en situaciones de estrés, quien es capaz de afirmar que el hecho de que un profesor lleve armas le dota de la capacidad de disparar, acertar para matar o incapacitar a su oponente y evitar una masacre, ¿no podría por otro lado herir levemente a su oponente que le mate y se parapete y mate a más niños y compañeros aun más iracundo? ¿No podría pasar que una persona enfadada entre haciendo aspavientos y se confunda con un agresor armado y se le dispare delante de un montón de niños? Y una última reflexión personal, yo no sé vosotros, pero no me veo capaz de matar a otra persona, creo que me bloquearía y moriría, eso sí, empuñando un arma.
Y quiero no dejar esto sin levantar el sombrero y rendir homenaje a los profesores de Newtown que salvaron a sus alumnos o por lo menos lo intentaron llegando incluso a dar sus vidas. Eso es valentía, eso es lucha contra la violencia, eso es integridad, eso es amor... me parecen admirables las familias de las víctimasn y a ellos les dedico y les he dedicado mi pena y mi silencio al pensar en esto.

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